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Foto del escritorAlejandra Gabayet Manzano

La sobreadaptación de Mamá y Papá


Todos conocemos a alguna persona que nunca se queja, que se adapta a lo que sea, que no discute y que “traga” con casi todo.

También a alguien que mantiene alguna relación desigual, infeliz o abusiva durante largo tiempo. A este tipo de personas se les suele llamar “santas” o “buenazas”, aunque muchas veces lo más acertado sería llamarlas “ranas hervidas”.

Olivier Clerc escritor y filósofo francés escribió con un lenguaje sencillo y comprensible la fábula de “La rana que no sabía que estaba hervida” en la que muestra enseñanzas muy valiosas.

Si se pone una rana en un cazo de agua hirviendo, la rana salta para escapar. Pero si el cazo está al fuego y lleno de agua fría, la rana poco a poco ajusta su temperatura corporal a la del agua, manteniéndose en una cierta comodidad que le impide darse cuenta de que el agua está calentándose y de que si no salta, acabará muerta.

Cuando el agua está a punto de hervir, la rana no puede aumentar más su temperatura e intenta salir, pero como ha gastado todas sus energías adaptándose al agua, ya no le quedan fuerzas suficientes.

Esta fábula de Olivier Clerc convertida por desgracia en un experimento real que demostró que si el agua se calienta a 1.2 grados cada hora la rana permanece dentro del agua y muere. Poniendo de manifiesto los peligros de la sobreadaptación, el conformismo y la falta de contacto interno.

Como Papás, muchas veces nos sucede lo que a la rana de la fábula. Nos adaptamos a algo que nos parece beneficioso, no atendemos a lo que los demás nos puedan enseñar u ofrecer mediante su perspectiva, nos acomodamos sin preguntarnos lo que queremos, nos engañamos a nosotros mismos para crear una situación confortable que nos es real, evitamos y escapamos de lo que nos está produciendo un malestar profundo.

Cuando este malestar se manifiesta, resulta tan evidente y desagradable que de inmediato no queda más remedio que atenderlo, tomar consciencia e intentar resolverlo. Muchas veces cuando llegamos a este punto las consecuencias se han vuelto totalmente en nuestra contra, y el esfuerzo que requiere controlar la situación es tan grande que nos derrumbamos, acabamos hervidos, como la rana. Podemos llegar a dar un manotazo a los niños, perder el control o derrumbarnos en lágrimas sin saber que hacer como Mamá y Papá.

En nuestro rol de Padres y Educadores, caemos en lo permisivo, pues por ahorrarnos un pleito o incluso, tenerle miedo a las reacciones que puedan tener los hijos, actuamos desde lo más “cómodo”, ahorrándonos la pelea y no marcando los límites que creíamos necesarios.

Por otro lado, permitimos a los niños ser unos “tiranos” con nosotros, justificando sus faltas de respeto o berrinches desenfrenados, “así siempre ha sido su carácter”, “es muy explosivo”, "es que así era yo de chiquita". Pero en realidad, no conocemos otra opción o ya nos acostumbramos a este tipo de parentalidad.

O tal vez, tomamos el rol de Generales de alto mando, intentando marcar límites de la única forma que conocemos, dañando el vínculo y la relación Padre-Hijo y por la noche irnos a la cama sintiéndonos culpables o pensando “que mala Mamá soy, pobre Juanito, tenia cara de miedo”. Probablemente esta culpa desaparece al día siguiente y volvemos a ser los Generales que hemos sido, pues así estamos acostumbrados, a dar un grito, amenazando a los niños con quitarles beneficios o castigarlos por algo que no quiera tenía que ver con la falta.

Es por ello por lo que resulta preciso estar atento. Como Padres, estar atento significa reflexionar sobre lo que sucede a nuestro alrededor, por muy bien que nos parezca estar hay que estar dispuesto a aprender con humildad, apreciar aquello que tenemos, valorándolo y queriéndolo, ya que todo cambia, y en cualquier momento ya no está para que lo disfrutemos.

Muchas veces nos sucede lo que a la rana de la fábula nos adaptamos a algo que nos parece beneficioso, no atendemos a lo que los demás nos puedan enseñar u ofrecer mediante su perspectiva, nos acomodamos sin preguntarnos lo que queremos, nos engañamos a nosotros mismos para crear una situación confortable que nos es real, evitamos y escapamos de lo que nos está produciendo un malestar profundo.

Los invito a reflexionar sobre la fábula de la rana hervida y pedir orientación cuando lo crean necesario. A cuestionarse sobre el tipo de Padres que están siendo y si es congruente con el tipo de personas que quieren modelar para sus hijos. A los Padres que consultan, les digo “Los niños no vienen con manual de instrucciones bajo el brazo”, acérquense a pedir ayuda, a orientarse y a conocer estrategias nuevas para poderlo hacer diferente y no acostumbrarnos como las ranas a una temperatura que saben que no es beneficiosa ni para Ustedes Padres ni para el Sistema Familiar.

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